Hace exactamente cuatro años, Chile fue sacudido por un levante popular de masas que marcó un antes y un después en la historia del país. Un levantamiento popular que denunciaba la desigualdad, las injusticias y las condiciones precarias de vida en una sociedad que clamaba por un cambio significativo. Sin embargo, en medio de esta manifestación de descontento, el entonces Presidente Sebastián Piñera pronunció una polémica frase que quedará grabada en la memoria colectiva: «Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable…».
Este discurso bélico, inédito en un Jefe de Estado en democracia, desató una serie de interrogantes. ¿Por qué se usó un lenguaje tan beligerante para referirse a la propia población que ejercía su derecho a manifestarse? ¿Qué llevó al Presidente a esa dramática declaración?
Horas antes de esta conferencia, el entonces ministro de Defensa, Alberto Espina, presentó al Presidente Piñera un informe de inteligencia elaborado por la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE), denominado “Plan Zeta”. Según este informe, se alegaba una intervención extranjera en Chile, una amenaza que justificaba el discurso de guerra.
Este informe sostenía que el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), supuestamente vinculado al G2 cubano, había infiltrado a Chile un batallón de 600 agentes clandestinos expertos en guerrilla urbana.
Uno de los comandantes señalados era Pedro Carvajalino, jefe de la organización chavista gubernamental Zurda Konducta. Sin embargo, más tarde se descubrió que Zurda Konducta es un programa de televisión conducido por Carvajalino, un youtuber y tuitero afín al Gobierno de Nicolás Maduro.
Previamente a esta intervención, la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI) había emitido informes sobre posibles actos de sabotaje y evasión en el transporte público. Estos informes detallaban escenarios de violencia que no fueron abordados con la seriedad que requería la situación.
Este episodio plantea importantes preguntas sobre el respeto a los derechos humanos en un contexto de movilización popular. La utilización de un discurso bélico por parte de las autoridades frente a manifestaciones ciudadanas es preocupante y genera dudas sobre la protección de los derechos fundamentales de la población.
Pero más que esto ¿Qué nos asegura que ese supuesto informe no sea un elemento proposital para justificar e impulsar la represión y el nivel de persecución a las organizaciones sociales e individuos que se movilizaron?
¿Acaso habían agentes clandestinos-terroristas en las ollas comunes que también fueron sujetos de investigación por los aparatos del Estado?

El boletín diario de inteligencia de la Armada de Chile del 03 de junio de 2020, declarado como reservado, realizó un seguimiento de tomas de terreno, comedores populares, ollas comunes e incluso una actividad de recolección de leche para niños en San Antonio, en la plaza René Schneider. La consideró una actividad de conflictividad social.
El seguimiento y espionaje por parte de las Fuerzas Armadas se dio también sobre organizaciones políticas como las JJCC, políticos, organizaciones socioambientales, secundarios y vecinales, entre otros.
Es decir… sabiendo que el discurso del enemigo interno no estaba fomentado en supuestos agentes externos y si, en la clase obrera, explotada, hija del cansancio y el hambre. A esos buscaban y estigmatizaron a partir del terror cada una de las acciones que pujaban en pro de la organización de esta clase como tal.
En el cuarto aniversario de estos sucesos, es imperativo reflexionar sobre la importancia de garantizar el respeto a los derechos humanos en todo momento y en cualquier circunstancia.
Los informes de inteligencia deben ser analizados de manera objetiva y responsable, evitando que se utilicen para justificar acciones contrarias a los principios democráticos y a los derechos de la población. Es crucial aprender de la historia para construir un futuro en el que los derechos humanos sean la piedra angular de nuestra sociedad.
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Sumado a estos desafíos, salen a la luz informes y oficios secretos que arrojan luz sobre la gestión gubernamental en medio de la crisis.
En un momento en que la población sufría graves lesiones debido al uso de perdigones los cuales eran disparados directamente zonas vitales como firma continua de actuación de las fuerzas armadas, el gobierno de Sebastián Piñera gestionó la compra urgente de 20 mil cartuchos de perdigones.
El gobierno de Sebastián Piñera tenía un enemigo claro, la organización de la única clase posible de destruirlo todo y crear algo nuevo donde la torta se de vuelta.
En cambio, nosotros, como clase desorganizada y sin una dirección clara, no entendimos en conjunto cuál era el enemigo.
Tanto así, que las masas volvieron para su casa cuando él canto de los arbolados llegó.
El levante popular de octubre es otro episodio que se suma a la fatídica lista de levantes populares que no llegaron a ser revoluciones pero que revolucionaron las entrañas del capital, las tiraron para afuera y lo dejaron desangrándose de una forma que jamás podrá recuperarse.
Fue Chile, como fue Siri Lanka, Francia, Colombia, Ecuador, Paraguay, Niger, Congo y hoy Perú.
A cuatro años de los sucesos no lo vemos con anhelo sino con la seriedad de asumir las errores y las victorias del movimiento popular y obrero contra el Estado y su dictadura del capital. Ellos lo dijeron, están en guerra contra un enemigo implacable y esa guerra aún la mantienen aún con el actual gobierno Boric.
¿Nosotros? ¿Seguiremos jugando a creer en la democracia mientras nos siguen retirando derechos, persiguiendo, espiando, y matando?