El “neoliberalismo” está llevando a la humanidad a una crisis civilizatoria que pone en riesgo la continuidad de la vida en nuestro Planeta. Producto de las guerras imperialistas, la corrupción, el cambio climático, la super explotación de los trabajadores y de los sectores oprimidos entre otros. La distopía es ahora, y es producto de la articulación de una tríada de muerte: el capitalismo, el neocolonialismo y el patriarcado que es un producto de la propia sociedad actual.
Una tríada de muerte: capitalismo, neocolonialismo y patriarcado.
Nos enfrentamos con ello a una paradoja. Por un lado, una vida alternativa a estos modos de explotación y dominación no sólo es necesaria y posible, sino que cada día se vuelve más urgente.
Por otro lado, la profundidad y la amplitud de la crisis nos obliga a responder más allá de las urgencias, si realmente queremos parir una nueva sociedad sobre las bases de la sociedad actual.
¿Cómo combinar la cuenta regresiva en la que nos sitúa el capitalismo con el trabajo de largo aliento para construir el socialismo en este Siglo XXI?
Urgencia de una vida alternativa a la explotación y dominación
Esta pregunta nos lleva a movilizarnos por la supervivencia de la humanidad y, sobre todo, por libertad para las enormes mayorías de la población mundial, que hoy se encuentran oprimidas por un puñado de súper privilegiados explotadores.
La libertad no debe ser evaluada bajo la lógica de la selectividad de las opciones, sino que en relación al horizonte hacía el cual camina la vida en nuestro planeta. Para esta interrogante, la primicia más evidente es que la sociedad actual, por su propia lógica, inherente a sus estructuras, lleva a un colapso sostenido por más de una década, producto de todas las lógicas impuestas por el propio sistema. Vivimos en la mayor crisis capitalista mundial de todos los tiempos.
Fuerzas sociales contra-hegemónicas en crecimiento
Las fuerzas sociales contra-hegemónicas aún son débiles, sin embargo crecen conforme la crisis del capital avanza sin parar, aumentando a partir de las contradicciones de las leyes del propio funcionamiento del sistema capitalista mundial.
Hambre, pobreza, desigualdades crecientes y la ignorancia impuesta por las clases dominantes sobre la amplia mayoría de los pueblos del mundo, nos asolan a medida de la brutalidad del castigo y de la explotación social en aumento. Y han comenzado a generar reacciones de manera defensiva.
Esta situación no solo ha sido mantenida desde el pasado mes de diciembre por nuestros hermanos peruanos, que ahora mismo están luchando en la llamada Tercera Toma de Lima. El aumento de la explotación de América Latina por las potencias extranjeras es el reflejo de la política de desviar sobre nosotros su propia crisis.
La situación política y social en toda la región tiende a volverse explosiva. Hay varios puntos de posibles estallidos para el futuro próximo.
La relativa paz social es muy precaria
En Argentina, el FMI (Fondo Monetario Internacional) impone para las elecciones de este año un gobierno de coalición nacional, o por lo menos un gobierno que cuente con el apoyo de todo el sistema político oficial, para imponer un fuerte ataque a los trabajadores y al pueblo ya en el 2024. Un nuevo Rodrigazo (1975) pero mucho más contundente.
El pueblo argentino inevitablemente sabrá responder a la altura de las circunstancias, tal como lo hizo con el Cordobazo en 1969, la huelga general de 1975, las grandes huelgas de 1982 o el Argentinazo de diciembre de 2001.
En Brasil, Chile, México, Colombia y Uruguay existe una “paz” norte-americana, impuesta por nuestros mayores explotadores desde la Doctrina Monroe (1820), que tiene como premisa enormes volúmenes de capitales super especulativos, los capitales golondrinas, que vienen a nuestra región a beneficiarse con las tasas de interés más altas del mundo.
Por ejemplo, Brasil para simplemente especular con la super corrupta deuda pública, nada menos que 10% de intereses anuales reales, descontando la inflación oficial. Le sigue Colombia con el 4%, mientras los Estados Unidos pagan por la especulación con títulos públicos algo parecido a 0%, descontando la inflación real.
Esta situación está con los días contados. Cuando los capitales golondrinas abandonen estos países, por la agudización de la crisis mundial, en busca de puertos más seguros, dejarán un rastro de sangre atrás.
Para los trabajadores y los pueblos, la condición es -y cada día con mayor intensidad- luchar o morirse de hambre. Hasta hoy, siempre los pueblos han luchado cuando la situación se ha vuelto insoportable, al mismo tiempo que los mecanismos de control de las clases dominantes han entrado en crisis.
En este momento, aparecen preguntas importantes, como por ejemplo:
¿Cómo puede existir una izquierda que no luche junto a los trabajadores? Pero existe, ¿Cómo puede existir una izquierda que no participe de su propia orgánica o vegete en la misma? Pero existe.
Esa desmovilización del movimiento de masas, se debe a que sus organizaciones de lucha o bien fueron destruídas o fueron cooptadas por esa misma izquierda que las usa en beneficio propio, al mismo tiempo que busca garantizar cargos y otras formas de renta a partir de las instituciones burguesas.
El estado actual tiene dueño. Esos dueños lo controlan a fierro y fuego, bajo la mirada implacable de la principal supra policía mundial: los Estados Unidos.
Nuestro fracaso o victoria va a depender del proceso que nos lleve a ello. Serán los trabajadores quienes cambiarán el sentido de la vida y transformarán lo que sea necesario para ello. Y esa izquierda simplista, integrada al sistema actual, que pretende entrometer sus ideas particulares entre nuestras ideas colectivas, serán los primeros en ser derrotados. Surgirá, en su lugar, una nueva izquierda, de lucha y revolucionaria, que ya está siendo parida por la nueva era.