Alejandro Mora Donoso
Chávez decía “hagamos la crítica y autocrítica, ya que le hace bien al proceso revolucionario , hagámosla nosotros ,vistámonos de humildad ya que la soberbia se viste de burguez”. En estos días, con el fascismo desatado, han salido a la vista popular las críticas descarnadas y no tanto de nuestro sector. “La socialdemocracia y los procesos de transición tienen la culpa¡¡¡”,se exclama con facilidad y para ser leal a la verdad, yo tambien lo digo. Pero la pregunta que me asalta es…
¿Dónde estábamos nosotros en esos tiempos ?¿los revolucionarios y antisistemas?
¿Cuál era la bandera de lucha necesaria por levantar?
En este texto no creo llegar ni siquiera a tocar la profundidad de la crisis del modelo, pero si me quiero detener en la autocrítica, que no se hace por miedo al cuestionamiento de los pueblos, pero que es necesaria en esta ocasión. Y quiero conceptualizar la mala respuesta que tenemos como contrahegemonía a la separaciones creadas por el sistema entre nosotros y nosotras, los y las que nos consideramos pueblos hermanos y hermanas, y sobre todo que -más allá de estar separados por nuestros propias ignorancias y sesgos- seguimos siendo los mismos pueblos.
Esa relación tan cercana entre el fascismo y la Iglesia o dogmas cristianos, vuelve a fortalecerse en América Latina. Los niveles comunicacionales se han ido fortaleciendo y creando un cerco impenetrable al discurso popular y la construcción de nuestra verdad.
Hemos caído en la crítica fácil y sobre todo nos hemos alejado de lo que creo es el inicio de un camino al socialismo real, construído por los trabajadores y el pueblo.
Hemos perdido la confianza en que sí podemos conseguir la victoria y que ésta empieza con victorias pequeñas, pero no menos relevantes, como vernos a nosotr@s mism@s sin prejuzgarn@s.
El ejemplo más radical de esta expresión desorientadora es el “FACHO POBRE”. Concepto muy utilizado en estos días (sobre todo por parte de la izquierda), y que en un principio nos causó cierta gracia. Hoy comienza a molestarnos, por su
sesgo conceptual e ideológico, convengamos al menos en algunos casos.
Si miramos bien, con esta simple expresión no sólo dejamos el camino libre para que los explotadores ganen terreno entre los explotados, sino que también cerramos las puertas a la propia unidad del pueblo, negando que aquél o aquélla que, siendo pobre y vota por la derecha, es también un herman@ de clase.
Hace algún tiempo por razones de trabajo me fui a un sector aislado de la Comuna de Calbuco en la Décima Región donde, conversando sobre la contingencia nacional, con el dueño de la casa que me albergaba, éste me dice “menos mal que ganó Piñera”. Ya bajándome el crispado de pelos, le pregunté el porqué de su afirmación. Me respondió: “La respuesta es sencilla amigo mío … él da trabajo y por fin le pondrá un atajo a la delincuencia…”
Para contextualizar, él vive bastante lejos de la civilidad, acompañado de una radio a batería que le da luz hasta en la noche. Él no sabe lo de los Hashtag, trendingtopics, etc.
Les puede resultar grotesco que alguien haga algo durante el día sin contárselo a nadie, pero existen, y lo raro de esto es que su vecino está a cinco kilómetros .
Él no le pide pega a nadie y si llega algún ladrón tendrá que llegar a caballo; ahí se ven los resultados de los medios de comunicación.
Teniendo en cuenta esa y tantas otras historias similares, me pregunto si no será que estamos equivocando el enemigo.
¿No es acaso la hegemonía política, social y cultural la que construye el discurso en nuestra base y por lo tanto nuestra lucha debe ser contrahegemónica y no entre los nuestr@s?
Creo que los múltiples esfuerzos por devolver a Chile lo que durante años se nos ha negado, no se deben perder en el desprecio por quienes están confunfid@s en sus elecciones políticas, producto de un sistema que educa para desmovilizar, dividir y despojar de los derechos más básicos a nuestra clase social.
Por ende, la tarea es monumental. Es una tarea política, social, psicológica y cultural. Dicho en pocas palabras, es una tarea pedagógica.
Una tarea que sume a aquell@s con l@s cuales compartimos espacios día a día, sin importar por quién votaron, sino lo iguales que somos en dichos espacios.
La micro, la escuela numerada, el liceo industrial, la sede, la población, el sindicato, son terrenos del pueblo. Ahí debemos apoyarnos, formarnos y luchar, entendiendo que por grandiosos que sean nuestros conocimientos, de nada sirven en las redes sociales o en nuestros espacios de discusión, si no llegan a nuestra gente.
Otro dato curioso, el amigo no bajará a la civilidad para votar, hasta que alguien se digne a visitarlo y asegurarle que su pensión será digna, que si se enferma será atendido sin demora y de forma gratuita y que sus nietos y nietas podrán seguir estudiando sin importar el dinero, sino sus capacidades.
Pueden visitar a ese “facho pobre” y decirle lo que quiere escuchar o negarlo por estar confundido, entre tantos años de imposición de un discurso que no le pertenece.